MIEDO
Había una vez un chico que tenía miedo.
Miedo a la oscuridad, porque en la oscuridad crecen los monstruos.
Miedo a los ruidos fuertes, porque los ruidos fuertes te hacen agujeros
en las orejas.
Miedo a las personas altas, porque te aprietan para darte besos.
Miedo a las personas bajitas, porque te empujan para arrancarte los
juguetes.
Mucho miedo tenía ese chico.
Entonces la mamá lo llevó al doctor.
Y el doctor le recetó al chico un jarabe para no tener miedo. (Amargo
era el jarabe.)
Pero al papá le pareció que mejor que el jarabe era un buen reto:
-
¡Basta de andar teniendo miedo, vos!- le dijo-. ¡Yo
nunca tuve miedo cuando era chico!
Pero al tío le pareció que mejor que el jarabe y el reto era una linda
burla:
-
¡La nena tiene miedo, la nena tiene miedo!
El chico seguía teniendo miedo. Miedo a la oscuridad, a los ruidos
fuertes, a las personas altas, a las personas bajitas.
Y también a los jarabes amargos, a los retos y a las burlas.
Mucho miedo seguía teniendo ese chico.
Un día el chico fue a la plaza. Con miedo fue, para darle el gusto a la
mamá.
Llena de personas bajitas estaba la plaza. Y de personas altas.
El chico se sentó en un banco, al lado de la mamá.
Y fue ahí que vio a una persona bajita pero un poco alta que le estaba
pegando a un perro con una rama.
Blanco y negro era el perro. Con manchitas.
Muy flaco y muy sucio estaba el perro.
Y al chico le agarró una cosa acá en el medio del ombligo.
Y entonces se levantó del banco y se fue al lado del perro. Y se quedó
parado, sin saber qué hacer. Muerto de miedo se quedó.
La persona alta pero un poco bajita lo miró al chico. Y después dijo
algo y se fue.
Y el chico se volvió al banco.
Y el perro lo siguió al chico. Y se le sentó al lado.
-
No es de nadie- dijo el chico-. ¿Lo llevamos?
-
No- dijo la mamá.
-
Sí- dijo el chico-. Lo llevamos.
En la casa la mamá lo bañó al perro.
Pero el perro tenía hambre.
El chico le dio leche y un poco de polenta del mediodía.
Pero el perro seguía teniendo hambre.
Mucha hambre tenía ese perro.
Entonces el perro fue y se comió todos los monstruos que estaban en la
oscuridad, y todos los ruidos fuertes que hacen agujeros en las orejas. Y como
todavía tenía hambre también se comió el jarabe amargo del doctor, los retos
del papá, las burlas del tío, los besos de las personas altas y los empujones
de las personas bajitas.
Con la panza bien rellena, el perro se fue a dormir.
Debajo de la cama del chico se fue a dormir, por si quedaba algún
monstruo.
Ahora el chico que tenía miedo no tiene más miedo.
Tiene perro.
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