María
Laura Devetach es una reconocida escritora, poeta, narradora y docente Argentina.
Se dedica especialmente al público infantil. También ha escrito obras teatrales
y libretos para radio y televisión. Ha ejercido la docencia a nivel primario,
secundario, terciario y universitario. Ha sido, junto a escritores argentinos
como María Elena Walsh, Graciela Montes, Ema Wolf, Ricardo Mariño o Elsa
Bornemann, precursora de la literatura infantil como literatura en sí misma,
más allá de ser material educativo. Sus libros estuvieron prohibidos durante la
dictadura militar que gobernó el país entre 1967 y 1983
Cuentos:
- "La torre de cubos"
- "Monigote en la arena"
- "El ratón que quería comerse la
luna"
- "¿Quién se sentó sobre mi
dedo?"
- "Del otro lado del mundo"
- "Cuentos que no son cuento"
- "El garbanzo peligroso"
“Un
garbanzo peligroso”
Un día
un garbanzo peligroso se cayó de la cama. Hizo "kec" y despertó a la
pulga que vivía sobre el gato.
La pulga
hizo "bú" y despertó al gato que se colgó de la soga de la campana.
La campana hizo "clin clon" y despertó a las palomas azules.
Las
palomas hicieron "rucucú" y despertaron a las gallinas. Las gallinas
hicieron "cloqui" y despertaron a tía Sidonia para que les diera
maíz.
Tía
Sidonia hizo "muaaa" y despertó al ratón que duerme en su zapato.
Y el
ratón tropezó con un garbanzo peligroso que estaba debajo de la cama.
- Kiii
-dijo el ratón, y salió volando a contar a todos que bajo la cama había un garbanzo
peligroso que seguramente estaba por explotar como una bomba.
La pulga
del gato, el gato, las palomas, las gallinas y tía Sidonia salieron corriendo
de la casa y se sentaron en la vereda de enfrente a esperar que el garbanzo
peligroso hiciera buuum.
Pero el
garbanzo se había dormido debajo de la cama con un sueño chiquito y redondo.
Como tía
Sidonia estaba cansada de esperar, tapándose los oídos, tomó una jaula y una
escoba y valientemente fue a cazar al garbanzo peligroso. Y lo cazó. Y lo
encerró en la jaula. - Un garbanzo peligroso debe ser enterrado - dijo el gato.
Cavó apuradísimo un pocito y allí fue a parar el pozo con la patas y las
palomas con el pico.
Pero
entonces el garbanzo peligroso empezó a cantar como cantan los garbanzos cuando
están bajo tierra.
Y
cantando se puso a brotar y a crecer.
Llenó el
patio de hojitas, de ramas que parecían serpentinas, de flores y de vainas
llenas de garbanzos peligrosos, redondos, redondos, que ahora sirven a los
chicos para contar en la escuela y para jugar a las bolitas.
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