viernes, 25 de octubre de 2013

SILVIA SCHUJER



Silvia Schujer

Silvia Schujer nació en Olivos, provincia de Buenos Aires, el 28 de diciembre de 1956. Actualmente reside en la ciudad de Buenos Aires. Cursó el profesorado de Literatura, latín y castellano. Ha trabajado en producciones discográficas. Secretaria de redacción de la revista infantil Cordones sueltos. Se desempeñó como Coordinadora del Departamento de Promoción y difusión de la editorial Sudamericana.




Cuentos:
·        Oliverio Juntapreguntas
·        Historia de un primer fin de semana
·        La abuela electrónica
·        350 adivinanzas para jugar
·        La cámara oculta
·        Canciones de cuna para cachorros
·        Abrapalabra
·        Brujas con poco trabajo
·        Viaje en globo
·        Las visitas
·        Lucas duerme en un jardín
·        Lágrimas de cocodrilo
·        El hipo del Tucán


Llovía

Llovía. ¡Y cómo llovía!
Eran las 3 de la tarde y llovía.
El agua mojaba la vereda. Los techos. Los árboles, los paraguas y los zapatos. ¡Qué poco original!
Eran las 4 de la tarde y llovía.
Los chicos hacían dibujos en los vidrios empañados. Los borraban y volvían a empañar.
Los árboles se sacudían a la primera caricia del viento. Flish, flush.
Eran las 5 de la tarde y llovía.
La gente esperaba a otra gente para decirle: “¿viste cómo llueve?”. Los charcos se iban haciendo cada vez más grandes, como aprendices del mar.
A veces el agua bajaba como si en vez de nubes, en el cielo hubiera mangueras. A veces como rocío.
La noche empezaba a preguntarse si también se iba a mojar.
Las casitas de chapa empezaban a sentirse mareadas.
Y la luna estaba segura de que iba a tener que aprender a nadar.
Porque llovía. ¡Y cómo llovía!
Era el día siguiente y llovía.
Con mayúscula y minúscula llovía.
Hasta que me di cuenta de algo: si la lluvia continuaba no podría terminar jamás el cuento.
Mis cuentos nunca terminan con lluvia. No me gusta que naufraguen los lectores.
Fue Máximo Aguado el personaje que me vino a la mente. Lo tenía escondido entre buenas ideas.
Se metió en la historia sin permiso. Así nomás. Y haciéndose el protagonista gritó: “¡Basta de llover, caramba!” “Ya fue suficiente”.
Y, ¿saben lo que pasó?
Sí, eso. Que no cayó más agua y este cuento... se acabó.

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