lunes, 17 de marzo de 2014

Cuento "MIEDO" de Graciela Cabal



MIEDO

Había una vez un chico que tenía miedo.

Miedo a la oscuridad, porque en la oscuridad crecen los monstruos.
Miedo a los ruidos fuertes, porque los ruidos fuertes te hacen agujeros en las orejas.
Miedo a las personas altas, porque te aprietan para darte besos.
Miedo a las personas bajitas, porque te empujan para arrancarte los juguetes.
Mucho miedo tenía ese chico.

Entonces la mamá lo llevó al doctor.
Y el doctor le recetó al chico un jarabe para no tener miedo. (Amargo era el jarabe.)

Pero al papá le pareció que mejor que el jarabe era un buen reto:
-         ¡Basta de andar teniendo miedo, vos!- le dijo-. ¡Yo nunca tuve miedo cuando era chico!
Pero al tío le pareció que mejor que el jarabe y el reto era una linda burla:
-         ¡La nena tiene miedo, la nena tiene miedo!

El chico seguía teniendo miedo. Miedo a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a las personas altas, a las personas bajitas.
Y también a los jarabes amargos, a los retos y a las burlas.
Mucho miedo seguía teniendo ese chico.

Un día el chico fue a la plaza. Con miedo fue, para darle el gusto a la mamá.
Llena de personas bajitas estaba la plaza. Y de personas altas.
El chico se sentó en un banco, al lado de la mamá.

Y fue ahí que vio a una persona bajita pero un poco alta que le estaba pegando a un perro con una rama.
Blanco y negro era el perro. Con manchitas.
Muy flaco y muy sucio estaba el perro.

Y al chico le agarró una cosa acá en el medio del ombligo.
Y entonces se levantó del banco y se fue al lado del perro. Y se quedó parado, sin saber qué hacer. Muerto de miedo se quedó.

La persona alta pero un poco bajita lo miró al chico. Y después dijo algo y se fue.
Y el chico se volvió al banco.
Y el perro lo siguió al chico. Y se le sentó al lado.
-         No es de nadie- dijo el chico-. ¿Lo llevamos?
-         No- dijo la mamá.
-         Sí- dijo el chico-. Lo llevamos.

En la casa la mamá lo bañó al perro.
Pero el perro tenía hambre.
El chico le dio leche y un poco de polenta del mediodía.
Pero el perro seguía teniendo hambre.
Mucha hambre tenía ese perro.

Entonces el perro fue y se comió todos los monstruos que estaban en la oscuridad, y todos los ruidos fuertes que hacen agujeros en las orejas. Y como todavía tenía hambre también se comió el jarabe amargo del doctor, los retos del papá, las burlas del tío, los besos de las personas altas y los empujones de las personas bajitas.

Con la panza bien rellena, el perro se fue a dormir.
Debajo de la cama del chico se fue a dormir, por si quedaba algún monstruo.

Ahora el chico que tenía miedo no tiene más miedo.
Tiene perro.


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