sábado, 15 de febrero de 2014

DAVID MCKEE

David McKee

Es un escritor de literatura infantil e ilustrador británico. Nació en 1935 en Devon (Reino Unido).
Cuando era estudiante en Plymouth College of Art and Design, comenzó a dibujar caricaturas y trabajó para una revista y un periódico, luego se hizo famoso como dibujante independiente.
Su primer libro "La historia de Tucán" fue publicado en 1964. Sus numerosos libros ilustrados para niños es un éxito y se han publicado en más de 20 países.
El personaje más famoso y más exitoso es: "Elmer, el elefante a cuadros", inspirado en la obra del pintor alemán, Paul Klee. El libro ilustrado fue publicado en Inglaterra en 1969 y fue desarrollado por el profesor alemán Hans-Georg Lenzen traducida de su propia idioma alemán.




Obras del autor:
  • El mago y el hechicero 
  • Ahora no, Bernardo 
  • Dos monstruos 
  • Elmer 
  • Elmer y Wilbur 
  • Elmer en la nieve 
  • Elmer y el viento se llevó 
  • Elmer y el extraño 
  • Elmer y la mariposa 
  • Elmer juega al escondite 
  • La historia de Tucán
  • La triste historia de Verónica
  • Los dos almirantes
  • Negros y blancos
ELMER 

  
Había una vez una manada de elefantes. Elefantes jóvenes, elefantes viejos, elefantes altos o gordos o delgados. Elefantes como éste, como ése o como aquel otro, todos diferentes pero todos felices y del mismo color. Todos excepto Elmer.

Elmer era diferente. Elmer era de retazos. Elmer era amarillo; y anaranjado; y rojo; y rosado; y morado; y azul; y verde; y negro; y blanco. Elmer no era de color elefante.

Era Elmer quien mantenía felices a los elefantes, algunas veces ellos le hacían bromas a él. Pero si había incluso una pequeña sonrisa, usualmente era Elmer quien la provocaba.

Una noche Elmer no pudo dormir por estar pensando, y lo que pensaba era que estaba cansado de ser diferente. <¿Quién ha oído hablar de un elefante de retazos?>, pensó. <Con razón se ríen de mí>. En la mañana, antes de que los demás estuvieran completamente despiertos, Elmer se escabulló en silencio, sin que nadie lo notara.

Mientras caminaba por la selva, Elmer se encontró con los demás animales.

Ellos siempre le decían:
-          Buenos días, Elmer.
Y cada vez Elmer sonreía y respondía:
-          Buenos días.

Después de una larga caminata, Elmer encontró lo que estaba buscando: una gran arbusto cubierto de bayas, un gran arbusto cubierto de bayas de color elefante. Elmer sujetó con fuerza el arbusto y lo sacudió y lo sacudió hasta que las bayas cayeron al suelo.

Una vez que el suelo se cubrió de bayas, Elmer se acostó y se revolcó por todas partes, de aquí para allá, una y otra vez. Luego, recogió puñados de bayas y se frotó con ellas por todas partes, cubriéndose con su jugo, hasta que no hubo ya rastro alguno de amarillo, o anaranjado, o rojo, o rosado, o morado, o azul, o verde, o negro, o blanco. Cuando terminó, Elmer se veía como cualquier otro elefante.

Luego, Elmer partió de regreso a la manada. En el camino se encontró de nuevo con los otros animales.

Esta vez cada uno le decía:
-          Bueno días, elefante.
Y cada vez Elmer sonreía y respondía:
-          Buenos días- satisfecho porque no lo reconocían.

Cuando Elmer se reunió con los demás elefantes todos estaban reposando tranquilamente. Ninguno de ellos vio a Elmer regresar al centro de la manada.

Después de un rato, Elmer sintió que algo andaba mal. Pero, ¿Qué era? Miró a su alrededor: la misma selva, el mismo cielo brillante, el mismo nubarrón que de vez en cuando aparecía y, por último, los mismos elefantes de siempre. Elmer los miró.

Los elefantes estaban absolutamente quietos. Elmer nunca los había visto tan serios. Mientras más miraba a esos elefantes serios, silenciosos y quietos, más ganas le daban de reír. Finalmente no pudo aguantar más. Levantó su trompa y, tan fuerte como pudo, gritó:

¡ BUUUUUUUU!

Los elefantes saltaron y cayeron por todas partes, sorprendidos.
-          ¡Santo cielo!- dijeron. Luego vieron a Elmer riendo sin consuelo.
-          Elmer - dijeron-. Debe ser Elmer. Entonces todos rieron como nunca habías rieron antes.

Mientras reían, el nubarrón se estremeció, y cuando la lluvia cayó sobre Elmer sus trozos empezaron a verse de nuevo. Los elefantes seguían riendo mientras Elmer regresaba a la normalidad.
-          ¡Elmer! – exclamó un viejo elefante-. Siempre nos has jugado buenas bromas, pero esta es la mejor de todas. No te tomó mucho tiempo mostrar tus verdaderos colores.
-          Debemos celebrar este día cada año- dijo otro elefante -. Será el día de Elmer. Todos los elefantes deberían pintarse y Elmer se pintará de color elefante.

Y eso es exactamente lo que los elefantes hacen: un día al año se disfrazan y salen a desfilar. Si ese día llegaras a ver un elefante de color elefante, sabrás que se trata de Elmer.

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